Cuando la noche baila: Kumbiaracha en el Teatro
El pasado viernes, el Teatro de Verano se transformó en un escenario de celebración colectiva: Kumbiaracha, la orquesta conformada por mujeres y disidencias que marcaron un antes y después en la música bailable uruguaya —y que ha sido considerada un fenómeno cultural por su carácter innovador y por sus frescas reversiones de varios éxitos regionales— ofrecieron su primer espectáculo en formato concierto.
Desde el primer instante, la noche tuvo la mezcla inconfundible del ritmo y la fuerza tropical: música, baile y elementos escénicos se entrelazaron para dar vida a una propuesta artística cargada de energía.
En el repertorio convivieron composiciones originales con reversiones de clásicos inolvidables, todas interpretadas con la autenticidad que distingue al grupo. La propuesta alternó momentos de gran energía con pasajes más íntimos, en los que las voces, los arreglos y la diversidad instrumental de la orquesta, como en las versiones de “Corazón Valiente” o “La Cigarra”, encontraron espacio para lucirse. Ese equilibrio entre lo propio y lo reinterpretado fue uno de los hilos conductores de la noche, y reafirmó en cada momento la identidad de Kumbiaracha y su manera tan particular de habitar la música bailable desde una perspectiva contemporánea.
A ello se sumó la presencia de artistas invitados, que aportaron nuevas texturas vocales y reforzaron el sentido de comunidad que atraviesa al proyecto. El primero en aparecer fue Mariano Bermúdez, recibido entre aplausos para ofrecer una versión sentida de “Yo No Sé Mañana”, que despertó la conexión inmediata con el público. Más adelante, Ana Prada se integró a la dinámica del grupo para una potente interpretación de “Tu Vestido”, que destacó por su fuerza y ??carácter celebratorio. En otro de los puntos altos del concierto, Luana irrumpió en el escenario con su energía característica para cantar “Inocente”, y generar una respuesta unánime del público, que acompañó su letra de principio a fin.
Más allá de la música, la orquesta desplegó una puesta escénica que resultó visualmente poderosa. La propuesta se articuló desde una dirección artística que realzó la energía propia del grupo: una combinación equilibrada de elementos visuales, gestuales y coreográficos que acompañaron cada momento del espectáculo.
La sonoridad, por su parte, se vio enriquecida por la diversidad instrumental que caracteriza a la orquesta. La interacción entre la percusión, los arreglos de vientos, coros y las voces principales construyeron un ambiente envolvente, capaz de pasar de la intensidad total al matiz más delicado, sin perder cohesión.
Para el público, que bailó sobre sus asientos desde la apertura de la noche, el espectáculo se vivió como una auténtica celebración. Al final, más que un concierto, fue una fiesta con propósito. Kumbiaracha no solo celebró su música: reivindicó su espacio y dejó claro que la pista de baile también puede ser un lugar de pertenencia.